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De rodillas frente al gloryhole, Alektra Blue esperaba el pedazo de miembro que nuevamente tendría que chupar... por cierto, sin ganas, pues su vulva no babeaba. ¿Qué hay más sincero que una emisión biológica? «¡Acción!», gritó el director. Él mismo grababa. Ella se movía como puta adolescente y su cara era la de una bestia, de una olímpica felina del sexo.

Por el hoyo no entraba nada. Cortaron. Al negro le dio verguenza meter la tula porque no se le paraba.

Un asistente de iluminación tenía una erección en su primer día de trabajo. «¡Tengo una idea!», gritó con molesta alegría. No dijo más y llamó a su tía.
La vieja llegó en diez minutos. Era obesa; su vestido parecía un mantel y olía a fritura. «¡Pero cómo te vai a culiar a esta vieja po, sacohuea! Además, no le haríai ni cosquilla con esa ínfima weá». «No quiero follármela; lo que haremos es meter por ese hoyo la hernia de mi tía pa que Alektra lo chupe”.
Primera vez que el director trabajaba con ella. Si no funcionaba, sus progresos se irían a la mierda.

El director llegó al mundo del porno a la inversa como han llegado muchos: comenzó con documentales snuff en barriadas colombianas, hizo algunas gore y después llegó al porno por recomendación de productores, inmediatamente dirigiendo. Es autor, entre otras, de la famosa serie «Dilátame los emuntorios» y de su última «Telarquías: hacia una imposibilidad del coito». También ha dirigido para Brazzers. Por tanto, su historia lo ligaba a lo raro, y el nuevo asistente podía ser: 1) la luz al camino de un retorno, o 2) su miseria.

«Vieja, pónete allá atrás, oye... ay (suspiro)... ¡oye, weón, díle a tu tía que se ponga allá atrás! ¡Ya, sáquenle ahora esa weá de la bolsa! (la hernia gelatinosa caía laxa a través del gloryhole; Alektra reía y tiraba tallas calientes en inglés) Échale vaselina a esa weá por favor... ¡POR LA CRESTA QUE NO LE PARA DE SANGRAR POR LA CHUCHA! Ya... ¡Luz, cámara, actitud!...¡Acción! (No sé qué chucha hago si se nos muere esta vieja)».

Los pezones de la actriz estaban duros y no podía contener sus manos al tocar su vagina. Ponía en la felación de la hernia todo su profesionalismo. La vieja lloraba por la humillante escena a la que su sobrino la llevó. Éste se corría la paja detrás de las luces. Los movimientos de Alektra dibujaban en el piso con la sangre de la tripa y sus gemidos eran intensos. Recordaban sus primeras escenas en el porno; ese impulso en el que pareciera que se averguenza de la excitación extrema, pero, por la presión de la plétora, se le escapan gestos que calientan más que si expusiera toda descarga animal. La cascada espesa de su vulva tejía una pegote telaraña en su entrepierna; se la refregaba a suave velocidad de la luz. Un orgasmo tras otro le daba el sexo con la rojísima hernia de la vieja. Ésta, seguía llorando y los mocos colgando. El director no hizo pausas; era acción real. Pero en cuanto porno, falso. No es real el porno: pero esto iba más allá del porno. El potencial de Alektra se empobrecía en dicho género. No aguantó más y, con un brusco y sensual movimiento, sentó su culo en la hernia que salía del gloryhole, pero, al hacerlo, ocurrieron dos cosas: 1) tuvo un orgasmo devastador inmediatamente apenas su vulva tocó la tripa (hizo pensar la cercanía del orgasmo femenino con la Corea de Huntington), 2) la hernia se desmoronó como jalea rancia, y la vieja, ya cianótica por falta de oxígeno, se desmayó reseca por desangramiento.

Al otro día, la vieja murió. El director perdió el trabajo y nadie quiso distribuir su filme. Ya con esto había despedido al asistente de iluminación: «me importa un pico que se haya muerto la vieja reculiáemi tía”.

«¡No contrato más a pajeros culiaos!...hijo de puta que me pilla desprevenido...».

El director trabajaba ahora como fotógrafo para el diario La Cuarta. Alektra, decepcionada con el porno convencional, abandonó a su representante –el cual demandó al director por difamar la imagen de su actriz. Ella se fue con el director esperando repetir la escena, lo que no ocurrió ni ocurriría nunca salvo en su imaginación.Trabajó con él un tiempo esperando mejores proyectos. Salió en la Bomba 4. Resignada, se devolvió a su país. Sigue actuando, pero nada emocionante espera de su trabajo. Lo último que se supo es que el conducto vestibular de su vagina sufrió el desgarro de Mallory-Weiss, por la imposibilidad de humedecerse, de secretar lubricante naturalmente. Nada la excita. Muere el 2012 al cortarse el vientre para hacerse una hernia ante la desesperación del aburrimiento.

Años después, la grabación se filtra y se exalta en las subculturas. Gracias a esto, en cirugía se crea la «hernioplastía estética», solicitada especialmente por lolitas que gustan de mostrar el abdomen con poleras cortas. Algunas ponen piercings en sus tripas. Otras les tejen unos chalequitos.

«¡Papá, Mamá, me dejaron embarazada! :)» «¿¡Quééééééé¡?» «¡Nooooo0o0oooo; *me hice la hernio interna! *:)» «¡AAAhhhjjajajjajaja!, ¡qué bromista eres!; ¡Parece una güatita! :)».

J.P.A.G.

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