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El aroma más fácil de los conductos es el de la pudredumbre. Cuando Dios se hace carne, no sólo se apropia del cuerpo de su hijo, sino que lo transforma en su propio ano: Jesús es el ano de Dios. Por esto, el misticismo elude toda verbalidad, pues la no-comunicación reside en lo “anal-lógico”, el “lenguaje”, o más bien la tangencia, de los emuntorios. “Anal-lógico” significa que el ano habla, pero de modo sinestésico, pues procura la plétora entre una música y un otro que la huele; música que es hedor del silencio; un silencio que se escucha por las fosas nasales. Como es conductual, es erótico, pues quiebra los contextos cada vez que sus olores suenan. La libertad explota en tanto presión del silencio hacia una muerte que es “paisajización” de los otros, y la apertura que implica Cristo como acontecimiento del cristianismo es un “goatse”, porque es exposición y apertura pasiva del ano.


J.P.A.G.