Photobucket
"¡Doctor, déle usted la vida!" Pero él no estaba allí para dar la vida, sino para ordenar el aislamiento. ¿A qué conducía entonces el odio que leía en los rostros? "No tiene usted corazón", le habían dicho un día. Pues sí, tenía uno. Le servía para soportar las veinte horas diarias que pasaba viendo morir a hombres que estaban hechos para vivir. Le servía para recomenzar todos los días. En lo sucesivo, sólo tendría corazón suficiente para eso. ¿Cómo pretender que a ese corazón le alcanzase para dar la vida?

No hay comentarios:

Publicar un comentario