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Hacer un "Tag" con plumón permanente sobre un Velázquez original.

En la tele muestran un ovni que asola una ciudad. (Era una ciudad que había impuesto su verdad el mundo). Las fuerzas armadas atacan al platillo volador, mientras éste dispara rayos contra los edificios y deja caer, desde la apertura de una compuerta de un metal desconocido en la parte inferior de la máquina, monumentales nimbos sólidos de ácido explosivo. La gente está asustada. El fin de la especie humana se muestra como inexorable en cuanto el entorno ha sido abrazado de algo parecido a la siniestra cotidianidad de un filme de Haneke.

Miles de aviones -algo así como unos Kamikaze- se estrellan contra la nave extraterrestre, destrozándole sólo un punto de su dura estructura, y haciéndola caer lentamente sobre los escombros de la ciudad. El hombre ha triunfado. Nadie lo pudo haber previsto. Hay un estado de ánimo muy extraño; de verdad nunca antes se había sentido algo así: es como, en vistas de estar en noción de la fragilidad de la humanidad, no se podía creer que hayamos abatido un poderoso platillo volador, por lo que el susto sigue, pero acostado sobre una trémula tranquilidad que enerva. Pareciera ser el principio de una catástrofe más grande, que sin embargo, es bien sabido, nunca llegará.

Un maestro de Karate africano -de raza negra obviamente, y de no más de un metro sesenta de altura-, enseña artes marciales sin cobrar dinero: la única exigencia es que el aprendiz no debe ausentarse a ningún entrenamiento. Con una vez que falte, el sensei ya no lo dejará entrar nunca más al Dojo.

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