-todas las minas en pelota son ricas
-con ropa se ven más ricas que en pelota
-si son ricas en pelota, más se ven con ropa
-si son ricas en foto, más lo son en persona
Me encontré con un
amigo mientras esperaba unas fotocopias en Valparaíso. Se iba a cortar el pelo.
Pero es calvo, así que hizo notar que era la zona de la nuca, y que no le
gustaba que ahí le creciera mucho. Una tía me dijo que siempre se le humedecía
esa zona, pues, según ella, suda mucho de la nuca. De modo que está habituado que
la carencia capilar deja la nuca abierta, y la longitud del crecimiento cubre
esa zona. Desde el colegio, el cortarse el pelo es imperativo, acaso según el
formato del mostrar-la-nuca de la sala de clases, en contraparte a lo que
algunos creen como la panacea en el sentarse en círculo. Es decir, que el valor
de originalidad del retrato que Dalí hizo a la mujer de espaldas, lleva siempre
el potencial de la crisis imaginaria –y por tanto, ética. De hecho, hay una
momia de turba, la Mujer de Elling, que según la forma de su momificación,
acabó siendo en decúbito supino, mostrando, igual que el retrato de Dalí, su
nuca y una trenza. Así que esta zona, problemática, es aquella en donde las
peluqueras deben dar muestras de empatía y garantía al habilitar mediante
espejo el mirarse la nuca. De ahí parte del poder de las peluqueras. Como los
niños que se pegan carteles con sugerencias de patearse en las espaldas, la
nuca dispone de la amplia posibilidad de mostrar la hilacha. La trenza que
podría indiferenciar el género del sujeto, el “chocolo” o la enorme mancha de
sudor que en la camisa devela la incapacidad del pelo de detener el agua
sudada.
J.P.A.G.
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